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Machetes por esposas.

Cuando los gritos de justicia se quedan en el aire y la furia rebasa los límites de la prudencia.

Los jueces de los jueces malos.

Los que se aprovechan, las hienas, solo están rondando.

Hoy, se prenden hogueras que muchas veces harán justicia, otras desvanecen el rencor de la rabia contenida y otras convierten en cenizas a inocentes.

Sobre las tierras de los pueblos corre sangre. Y el viento pasea esparciendo el olor de los cuerpos achicharrados.

El merolico y el perro ladran cada uno a su manera. Y eso es lo peor, que sobre las cenizas y los humos pareciera que no ha pasado nada. El merolico se fuma los humos por la nariz y el perro roe los huesos que las llamas perdonaron.

Los malos de los malos.

El animal humano se atraganta con sus propios códices y termina con el hocico cortado por los filos del papel.

El otro que los escribió, lo mira todo y se ríe a carcajadas.

El que los proclama con una voz pura en la mañana y con una mentira sucia por la tarde.

El que ha creído por tanto tiempo y es tan culpable como el que arde.

Animales en jauría con fauces babeantes. Con hambre de sangre y sueños de poder.

El ritual de la hoguera, fuego que cura, que limpia, pero que también asesina.

Cada vez son más los justicieros y también los impostores.

Las tierras de nadie donde ya la autoridad huyó con un bulto de dinero o con un tiro no fatal.

La promiscuidad de muchos inmorales que llegaron al poder. La otra promiscuidad de la ignorancia. Él caldo perfecto para un desorden bañado de sangre y lágrimas.

Tierra de nadie.

Donde los líderes hace mucho que no nacen.

Donde ser mujer es vivir con miedo.

Donde ser niño es ser carnada para el mal.

Donde los malos son también los malos de los malos.

Ojo por ojo.

Aquí, los rezos de las madres ya no conmueven a los santos, Dios se ha tomado un descanso, y los niños ya no juegan en las calles.

Seres humanos animales que engendran otros seres humanos animales para compartir esa misma miseria y convertir a los demás en culpables.

Mientras… el líder de pacotilla, sonríe y cobardemente, ofrece abrazos y perdones, mientras, un pueblo entero se desangra.

Tiempos malos, de los malos, de los malos.

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