Su majestad la concha

La concha es a la reina como la apastelada a la………?

Con la legítima potestad de quien conoce la panadería mexicana desde lo más profundo de las entrañas de su madre y ella de sus propios padres y que además ha pagado el precio de haberse comido por lo menos una de las bolas de masa cruda en cada uno de los encuentros de mi abuelo con la repostería, sin importar los entuertos y empachos, cosa que hice con tal pericia, que pienso, nunca se habrán dado cuenta, o mas bien, considerando que ya la sentencia cumplida, era tan dura… mi viejo no dijo nada.

Había que juntar los bultos contiguos para esconder el hueco faltante. (Asimismo hago hoy en día con mis tristezas)

Mi abuelo batallaba con la masa al más puro quijotesco modo , era como si de esa batalla, su vida y la de su dulcinea, dependieran. Ella lo miraba de lado, por dentro gritaba las porras que si dejase salir de su boca, podrían distraer al valiente caballero y hacerlo perder la pelea. Ella, mejor, pacientemente, con su cara enrojecida, por el calor de un horno inquisidor y las pasiones que se revolcaban ahí dentro de esa cocina, esperaba siempre lista, para meter las charolas al horno y sacar el pan horneado en el momento que se habían vencido por completo. Dulcinea le lanzaba una sonrisa limerente y él peleaba más duro!

Estaba prohibido entrar y salir del campo de batalla, según ellos, el pan se desinfla, pero yo creo que no dejaban salir los espíritus de los sentenciados, para evitar algún maleficio y se aseguraban que éstos se cocinaran con sus cuerpos de una sola.

El olor llegaba hasta mi casa y aquella cocina de los abuelos, ya pasado todo, parecía mas bien una sala de cuneros con recién nacidos en sus envoltorios de todos los tamaños, formas y colores.


Algunos de los nombres de nuestra variedad de panes y bizcochos mexicanos.


Se dice que esa habilidad de la rubia como compañera de batallas (no solo en los asuntos de la masa, sino de las inclemencias de la vida misma), junto con las miradas que le lanzaba, hicieron que ese hombre pasara por este mundo tan solo para admirarla y quererla por toda la vida”.

Dicho lo anterior, puedo y aquí certifico, LA CONCHA” es el pan más sabroso y degustado en las meriendas de los mexicanos, sin distinción de rango o calidad moral.

Su seguidora, LA PRINCESA CAMPECHANA”, educada con los más sutiles modales, se considera casi intocable, se requiere de talento y precisión para no desmoronarla o herirle los sentimientos, nomás de verla, se puede despertar una tragedia, es caprichosa y en ésto, muy similar a su pariente “LA APASTELADA” aunque de mayor rango esta última.

Estos tres personajes, formaban el motivo principal de las tertulias de algunos memorables domingos en casa de los abuelos.


No puedo dejar esta recopilación de mis más lindas memorias en tiempos de alpargatas y homenaje a los viejos de la mancha en mi mente soñadora, sin mencionar dos eventos muy especiales para estas tierras, sería irresponsable, y un descuido imperdonable.

Durante los días en que a los mexicanos se nos permite reunirnos con nuestros difuntos, les ofrendamos además de flores, platillos tipicos, decoraciones, y música, un pan que reúne los mas finos atributos de este arte panadero; EL PAN DE MUERTO.

En la masa, los finísimos aromas de anís, clavo, agua de azahar, se mezclan con la mantequilla, formando una migaja tan suave, que ni el mas experto comelón de pan de muerto saldrá limpio de moronas y borlitas en la comisura de los labios.
La costra, por otro lado es un poco mas firme pero al mismo tiempo lleva azúcar espolvoreada sin escatimar. Este ejemplar de abolengo y de noble ascendencia, va siempre coronado con unas bolas que todos se pelean sin saber que representan los nudillos de los huesos de quienes se fueron ya. Aquí en Puebla, los salpican de ajonjolí, pero en vez de llamarlos pecosos les dicen hojaldra.

El otro evento que tiene también como personaje principal de las mesas decentes de la tradicional familia mexicana, es la tan querida ROSCA DE REYES, extravagante y pretenciosa, adornada con frutas secas a la usanza de las más ilustrísimas coronas de las reinas de la antigüedad. Una pequeña reverencia es recomendable antes de meterla al horno.
Cabe notar, que llevan por dentro un muñequito de plástico (que alude al niño Dios escondido para salvarlo de la matanza de Herodes) que a quien le haya tocado y tenga la suerte de no haber perdido un molar, le corresponde hacer una “tamaliza” e invitar a todos los presentes el día de la Candelaria y más que nada para alargar las fiestas de fin de año lo más posible.

Prefieres escuchar el relato?

Escuchar

Podría seguir y seguir, quizá después.

No quiero ser despreciativa con tantas otras variedades, ya que, en gustos se rompen géneros, y no quisiera se me aparezca por ahí, algún bigote, o cubilete encabronado por la noche remetido en mis dulces sueños, para reclamarme no aparecer en mis relatos. (principalmente los tan temidos y dolorosos cuernos).

Si tan solo pudiera describir el aroma que el horno desprende cada que traga y  escupe, haberlo guardado en un frasco hoy respiraría suspiritos para curarme el alma y darme sosiego, como de pequeña.

Adriana Guerrero

May  10,2009

Puntuación: 5 de 5.

2 responde a “Su majestad la concha”

  1. “Si tan solo pudiera describir el aroma que el horno desprende cada que traga y  escupe,… respiraría suspiritos… como de pequeña.”

    Bello. Me has llevado a casa… la cocina de mi madre, el delirante aroma a pan fresco… ¡hum!
    🌷👏

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